La historia del Cristo de Renca
Cuenta la leyenda que un indio ciego hachaba un espinillo en un bosque cercano a Renca (próximo a Limache, Chile), cuando sintió su rostro salpicado por la savia del árbol. Repentinamente, recuperó la vista y arrojó el hacha para rastrear lo que le había causado aquella sensación rara. En la búsqueda, tropezó con un pequeño Cristo en el hueco carcomido del árbol. La noticia de la milagrosa aparición cundió rápidamente en todo Chile, y convocó a mucha gente para dar fe del prodigio.
Los más piadosos resolvieron darlo a conocer en Cuyo y en Córdoba, y se pusieron en marcha a través de la Cordillera con el Cristo cargado sobre una mansa mula. En cada población a la que llegaba, se lo colocaba en la Iglesia regional y daba origen a grandes ceremonias religiosas, al final de las cuales el indio hacía una colecta de dinero para erigirle un santuario.
Al atravesar el río Conlara, camino a la bella ciudad de Córdoba, la mula que cargaba la Sagrada Imagen se echó y no hubo esfuerzo físico que la hiciera levantar. Los creyentes interpretaron que allí quería quedarse el Cristo y en 1932 trabajaron para levantarle una capilla. Ese lugar tomó el nombre de ‘El Señor de Renca’.